Adhiero completamente a las enseñanzas budistas respecto de la liberación del sufrimiento. Perseguimos deseos que no dan satisfacción estable a la hora de alcanzarlos. Las "cuatro nobles verdades", fundamento de la filosofía Budista, así como "el octuple sendero", describen el camino a seguir para evitar las consecuencias del deseo o la búsqueda interminable de satisfacción fugaz. Todo lo que tiene una causa tiene un cese. Buda creo un método para la conciencia humana. La vida ordinaria con sus ofertas de placer (éxito, sexo, manjares, dinero, fama etc.) encierra un dolor. La existencia humana es insatisfactoria, primera noble verdad, y está atravezada por la impermanencia, segunda noble verdad. Las aflicciones son fluctuaciones de la mente que obstaculizan la paz, la tranquilidad y la felicidad. El dejar pasar... todo pasa, está lejos de la negligencia o indiferencia; es mas bien un trabajo arduo de observación de la inquieta e inestable mente. Los sentidos pueden confundirnos, la mente cognitiva, memoriosa, razonadora, etc., puede estar condicionada por muchas impresiones subjetivas de esta vida y resulta muchas veces un engaño a la hora de encontrar el camino paso a paso, de una felicidad permanente. La mente no es estática; por lo tanto, en su impermanencia, el bienestar buscado no suele ser encontrado. Agradezco estas enseñanzas. El mundo sin tiempo para mi es espiritual y trato de ponerlo en práctica. Leyenda: el camino, la fragilidad y el grano de mostaza. Hay una leyenda budista que se comenzó a contar alrededor del siglo V y trata sobre los granos de mostaza. Es además de una hermosa parábola, la primera referencia que se conoce para estos granos. Una historia sobre la tristeza y la inevitabilidad, sobre la pena de una madre y la infinita sabiduría de Buda. Cuenta la tradición que una mujer se acercó a Buda con lágrimas en los ojos y llorando por el inminente fallecimiento de su hijo, envenenado por la picadura de una serpiente. La mujer explicó al Iluminado que los médicos le habían dicho que ya no quedaban esperanzas de salvarlo. Fue entonces cuando Buda le dijo a la desconsolada madre que si le traía un grano de mostaza negra procedente de un hogar donde no hubiese muerto ningún familiar, curaría a su hijo de inmediato. La mujer marchó en dirección al pueblo sin perder ni un instante. La madre recorrió el pueblo entero de puerta en puerta, preguntando a sus habitantes por los fallecidos de la familia, pero a medida que se le iban terminando las puertas, veía cada vez más difícil encontrar un hogar libre de las garras de la Parca. Aunque todos le ofrecían granos de mostaza con enorme compasión por la pérdida de su hijo, no logró encontrar un sólo hogar libre de fallecidos, ya fueran padres o madres, hijos o hijas, aunque los vecinos también le rogaban que no les recordara la pena de sus pérdidas. Una vez que la dolorida madre hubo recorrido el pueblo entero, y viendo el fracaso de su búsqueda, retornó llorando ante la presencia del Buda, comenzando a aprender una valiosa lección sobre la fragilidad de la vida. La mujer supo entonces que su dolor no era ni mucho menos único, que todos hemos perdido a alguien alguna vez, y que la muerte es una de las leyes fundamentales de la vida. Así marchó para llorar su pena con la bendición del Buda.
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Liliana G. VazquezTerapeuta transpersonal, Psicóloga Social, Astróloga, Maestra de Yoga. Archivos
Junio 2021
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